En un escenario de
intensa discusión sobre la política económica, grandes medios de comunicación arribaron
apresuradamente a un número que buscó alertar sobre un supuesto derroche general
provocado por los feriados y desviaron la atención sobre su efecto redistributivo.
Difundieron un informe de la consultora Analytica que concluyó que "el
costo de cada feriado es equivalente a $4.430 millones"; por lo cual, en
2013, la supuesta merma de producción de bienes y servicios treparía a $84.170
millones, cifra que representa casi dos veces el gasto público en educación y
cultura del Presupuesto Nacional 2013. Los cálculos publicados no tuvieron una
justificación detallada ni rigurosa y llegaron al absurdo de aplicar una regla
de tres simple: dividieron el PBI por 365 y multiplicaron su resultado por la
cantidad de feriados. Analytica, que desarrolló un estudio menos simplista y
sectorizado, aclaró que, con la metodología lineal, "el costo por día
feriado llega a ser de más del doble".
El mensaje fue claro
y contundente: a la Nación le sale demasiado cara la política de mayor tiempo
de ocio.
Esa conclusión está
sesgada y es una grosera subestimación de la capacidad analítica de la sociedad
en un tema que afecta a todos. Primero, considera que la actividad de todos los
sectores cae, excepto la del turismo que pareciera ser la niña mimada del
oficialismo. Segundo, el hecho de que se haya ido extendiendo, en los últimos
cuatro años, la cantidad de feriados (de 12 a 19) no implica que las empresas
deban contraer su producción. Tercero, su efecto neto en la economía es muy
difícil de determinar, dado que depende de múltiples variables imposibles de
anticipar y aislar, de impacto simultáneo y, en muchos casos, interdependiente.
Cuarto y más importante, la agregación de los feriados provoca una fuerte redistribución
del ingreso, tanto por dinamizar el turismo interno y las economías regionales
como por mejorar el salario de gran parte de los trabajadores a costa,
lógicamente, de las empresas.
El mito de la menor producción
Las compañías
programan sus tareas en función de su objetivo de venta. Pueden planificar de
muchas formas el recupero del tiempo productivo en caso de que decidan no
trabajar un feriado. La manera más económica es a través de la intensificación
del trabajo en horarios habituales. Esta variante es común sobre todo en actividades
administrativas que, antes o después de los feriados, se recargan.
También es importante
advertir que la agregación de los feriados fue gradual, no se llegó a un nivel
inmanejable y siempre se puede sostener la actividad con horas extras. Como la
baja del tiempo laboral por los siete nuevos feriados en relación al tiempo de
trabajo anual es pequeña (entre 2,9% y 3,2%, según la antigüedad de cada
empleado), las firmas en general intensifican tareas, suben horas extras, operan
los días feriados o pagan premios por productividad. De ser necesario, a veces
pueden optar por sumar turnos o contratar más personal.
Redistribución
Los feriados
implican, como mínimo, mejores ingresos relativos para todos los empleados con
ingresos fijos mensuales (cobran lo mismo por menos días laborales). Por caso,
cada nuevo feriado agregado para un empleado administrativo de 1 a 5 años de
antigüedad que trabaja de lunes a viernes, implica una suba salarial implícita en
torno al 0,45% (varía en función de beneficios específicos de cada rama y no
computa los feriados que caen en fines de semana). Así, por este concepto se habrá
acumulado, entre 2009 y 2013, una mejora implícita de sus remuneraciones cercana
al 2,2%, en detrimento del margen de ganancia empresarial. Obviamente, el
abanico de posibilidades entre las diferentes actividades es amplio y los
obreros que reciben pagos por horas extras son los más favorecidos. La Ley de
Contrato de Trabajo establece un piso de recargo del 50% calculado sobre el
salario habitual, cuando son de horas extras en días comunes, y del 100% en
sábados después de las 13 horas, domingos y feriados. Hay sindicatos que poseen
convenios mejores: los químicos que trabajan en feriados perciben un 300% de
aumento.
El encarecimiento de
costos laborales, acompañado de récords de ventas de casi todos los sectores y un
progresivo achicamiento de la rentabilidad (sobre todo de PYMES), presiona
sobre la necesidad de minimizar costos de intermediación y ganar productividad.
La misma puede mejorarse tanto a través de la incorporación de nueva
tecnología, como mediante una planificación y reorganización productiva más
eficiente y mayores economías de escala. Acá, se requiere un sinceramiento: hay
mucho margen en la mayoría de las empresas para ahorrar tiempos operativos. En
pos de superar estas limitaciones, el Estado puede contribuir a través de sus herramientas
de asistencia técnica en la reconverción de estructuras de trabajo atrasadas y
financiar inversiones. Así, los feriados
tendrían el efecto deseado de elevar la calidad de vida como resultado de la
reducción de la brecha tecnológica que separa al país de las economías más
avanzadas. Éste es el principal motivo por el cual los trabajadores de esas naciones,
reconocidas por su arraigada cultura del trabajo, poseen 35 días de vacaciones
anuales y en Argentina la mayoría sólo goza de una quincena.
El mayor costo
laboral afecta proporcionalmente más a PYMES por tener un uso más intensivo de mano
de obra. Por ello, sería relevante la difusión de investigaciones públicas de
impacto de las medidas para analizar el fenómeno con mayor rigor técnico.
Serían útiles para determinar el efecto concreto de la incorporación de
feriados en cada área, en especial sobre el empleo (según un informe del
Ministerio de Turismo, las ramas características del turismo generaban 956.546 puestos
de trabajo en 2006), sustentar análisis de políticas públicas que permitan
revertir eventuales desigualdades disruptivas del proceso de
reindustrialización y brindar un panorama de apoyo al desarrollo de inversiones.
Un sesgo llamativo
de los análisis publicados en la prensa fue que, ante una inminente
renegociación de paritarias, los referidos aumentos de los costos laborales
fueron omitidos, a pesar de su mayor facilidad de cálculo en comparación a los
estudios que remarcaron el supuesto recorte en la producción.
Beneficios
La investigación del
impacto de los feriados es muy compleja y costosa. Por lo general, las
decisiones de gasto en un contexto de esparcimiento son mayores que en un
espacio de trabajo. Los días de descanso, si bien pueden provocar mermas en
algunas actividades comerciales dependientes del circuito laboral (viajes en
taxis o almuerzos ejecutivos, por ejemplo), la demanda se anticipa o se
posterga y el cambio de rutina dispara decisiones imprevistas de consumo y de
inversión turística, inmobiliaria y en actividades productivas vinculadas.
Además, se genera un
reordenamiento geográfico del consumo en localidades no saturadas. Ciudades
como Buenos Aires atraviesan un nivel de congestión alarmante, verificado, por
ejemplo, en las exponenciales subas de los costos inmobiliarios que explican
gran parte de la creciente dispersión de precios. Un informe del GEENAP indica
que “el gasto en turismo suele dirigirse hacia sectores con menor nivel de
concentración y de ingreso, dadas las características de muchas de las
localidades receptoras; llega con más facilidad a los sectores de menores
recursos y, por lo tanto, potencia su impacto dinamizador y distributivo sobre
la actividad”. No es neutro que millones de turistas transiten las rutas
tomando diferentes decisiones de consumo que multiplican la actividad lejos de
las grandes ciudades. A la vez, esas escapadas mejoran la calidad de vida de
quienes no se van, ya que pueden disfrutar de una ciudad menos congestionada.
El negocio de los
centros turísticos se vuelve menos dependiente de los meses de enero y febrero,
lo cual reduce la presión en los precios de temporada, propicia la inversión en
infraestructura y genera empleos más estables. Las grandes distancias entre los
centros turísticos tradicionales y la Ciudad de Buenos Aires, por caso,
incentiva la desconcentración de la oferta a través de la creación de nuevos
polos turísticos más cercanos.
Si bien aún los
trabajadores no terminaron de recuperar la cantidad de días no laborables
(vacaciones más feriados), eliminados por la última dictadura y las políticas
de flexibilización laboral de los 90, la nueva modalidad de muchos lapsos cortos
de descanso permite una mejor coordinación del tiempo libre de las familias,
genera espacios para el desarrollo cultural, impulsa escalas mínimas de
actividad en ciertas regiones que no podrían desarrollarse exclusivamente a
través del turismo internacional –según la Cámara de Turismo, el 76% de los
turistas movilizados en 2011 fueron residentes locales- y posibilita la preservación
de divisas al sustituir turismo interno por externo.
Dado el alejamiento
de Argentina de los centros económicos mundiales, el mayor costo del transporte
requiere diseñar formas no convencionales de promoción del turismo interno.
Esto es relevante si se pretende sostener un modelo que, como consecuencia de
la recuperación de buena parte del poder adquisitivo de los trabajadores
perdida en la convertibilidad y su crisis, provocó tensiones distributivas que
contribuyeron a impulsar una apreciación cambiaria que abarata el turismo
externo.
Detrás de la
creencia de que los días feriados implican colosales pérdidas para el país, se
halla una visión retrógrada sólo enfocada en el empleado como un haragán.
Desgraciadamente, ciertos sectores sociales cuestionan la agregación de días no
laborables sin motivos económicos justificados. Esta errónea percepción fue
reforzada con argumentos falaces difundidos por medios de comunicación que
poseen una enorme influencia y, en ciertos casos, esconden intereses políticos.
A través de un planteo de impacto de los feriados como un mal general pretenden
hacer creer aun a los propios asalariados, que son beneficiarios directos por
la medida, que perderán calidad de vida.
Por su parte, si
bien, como vimos, las compañías deberán asumir mayores costos salariales, el pleno
rechazo a los feriados marca cierta reticencia empresarial por no adaptarse al
cambio.
En una economía
global con contradictorias crisis de sobreproducción mezcladas con
desesperantes problemas de desempleo, desigualdad y pobreza, la agregación de
feriados es una brisa a contramano. Frente al cada vez más hostil mercado laboral
en el mundo, es una clara medida a favor del trabajador; en un nivel no
exagerado, los feriados permiten una distribución más equitativa sin implicar
pérdidas para el conjunto del país como se quiso hacer creer.
Si la mejora
salarial se traduce en un efectivo aumento de la capacidad adquisitiva de la
población, la mayor demanda interna asociada generará una mayor producción que
puede contribuir a estimular inversiones, alcanzar economías de escala más
altas y, por consiguiente, elevar la productividad. El aspecto más importante a
analizar es si esa potencial suba de competitividad es suficiente para
compensar los mayores costos laborales y si habría una traslación absoluta de
los mayores costos a precios. Para que el proceso no se vicie con una mayor
inflación es clave la capacidad regulatoria estatal, de modo de evitar que el
mantenimiento de niveles de ganancia sin modernización termine socavando la
sustentabilidad de este esquema de redistribución, dinamización e inclusión
social.
En el fondo de esta
discusión está el proyecto de especialización productiva deseado para el país.
Si buscamos ser proveedores de recursos naturales e insumos industriales de uso
difundido o productos de poca diferenciación y servicios básicos, convendrá un
mayor aprovechamiento de las capacidades físicas de los trabajadores y, en ese
caso, los salarios serían un costo a reducir. Si, en cambio, pretendemos
progresar como sociedad mediante la construcción de una matriz productiva más compleja,
habrá que incentivar tanto el desarrollo de las aptitudes de los trabajadores
para operar tecnologías progresivamente más sofisticadas como su potencial
creativo. Para eso, debemos avanzar gradualmente en un sistema con mejores
condiciones laborales que dinamicen el mercado interno y estén en sintonía con
el nivel de desarrollo productivo que el país vaya alcanzando.